Me he encontrado con este artículo de David Wallace-Wells,
escrito muy recientemente (Julio 9 de 2017) para la revista New York Magazine. El
autor ha publicado este artículo y tres entrevistas relacionadas sobre el calentamiento global en los
últimos tres días. El artículo es una síntesis de las consecuencias del problema, y está escrito en un
lenguaje bastante contundente, razón por la cual que he decidido traducirlo. He
descubierto que ya existe una controversia alrededor del artículo, e incluso le han dedicado una entrada de Wikipedia. Debido a lo largo del texto y a mi falta de tiempo, la traducción va por partes,
aquí la primera.
La Tierra Inhabitable
Hambruna, colapso económico, un sol que nos cocina: Lo que el cambio climático
podría cambiar — más pronto de lo que usted imagina.
Por David
Wallace-Wells
Fósiles por Heartless
Machine
“En las selvas de Costa Rica, donde la humedad normalmente alcanza
90 por ciento, el simple hecho de deambular fuera de casa cuando está a más de 40.6
Centígrados sería letal. Y el efecto sería rápido: dentro de unas pocas horas,
un cuerpo humano se cocinaría hasta morir tanto desde adentro como desde
afuera.”
* Nota del traductor: 105 grados Fahrenheit en el original, hice
la conversión para facilitar la lectura al público hispanoparlante.
I.
‘El día del Juicio”
Mirando más allá de la reticencia
científica.
Les juro, es peor de lo que imaginan.
Si su ansiedad acerca del calentamiento global está dominada por temores por el
aumento del nivel del mar, apenas si está asomándose a cuales terrores se hacen
posibles, incluso dentro del tiempo de vida de un adolescente actual. Y aun así
los mares en ascenso — Y las ciudades
que ahogarán — han dominado tanto nuestra imagen del calentamiento global, y
han anulado tanto nuestra capacidad de sentir pánico por el clima, que han
cerrado la percepción que tenemos de otras amenazas, muchas de ellas mucho más inmediatamente
cercanas. La subida del nivel del mar es mala, de hecho muy mala; pero huir de
la línea de costa no será suficiente.
En efecto, sin que ocurra un ajuste
significativo en como miles de millones de seres humanos manejan sus vidas,
porciones enteras de la tierra probablemente se vuelvan casi inhabitables, y
otras partes espantosamente inhospitalarias, tan pronto como hacia el final de
este siglo.
Incluso cuando entrenamos nuestra
visión acerca del cambio climático, somos incapaces de comprender su alcance.
El último invierno, una serie de días entre 15.6 y 21.1 Centígrados* más cálidos
de lo normal horneaba el Polo Norte, derritiendo el permafrost que encerraba la
bóveda de semillas de Svalbard en Noruega — un banco de alimentos mundial
apodado “Del día del Juicio”, diseñado para asegurar que nuestra agricultura
sobreviva a cualquier catástrofe, y el cual parecía haberse inundado por el
cambio climático menos de diez años después de haber sido construido.
* Nota del traductor: 60 y 70 grados Fahrenheit en el original,
hice la conversión para facilitar la lectura al público hispanoparlante.
La Boveda del Juicio Final se
encuentra bien, por ahora: La estructura ha sido asegurada y las semillas están
a salvo. Pero al tratar el episodio como una parábola acerca de las
inundaciones que se avecinan hemos perdido de vista las noticias mas
importantes. Hasta recientemente, el permafrost no era una preocupación mayor
para los científicos que estudian el clima, porque, como el nombre lo sugiere,
era suelo que permanecía congelado permanentemente. Pero el permafrost del
Artico contiene 1.8 billones (millones de millones)* de toneladas de carbono,
mas del doble de lo que se encuentra suspendido en la atmosfera de la tierra.
Cuando se derrite y se libera, ese carbono puede evaporarse como gas metano, el
cual es 34 veces mas potente como manto calentador de gas de efecto invernadero
que el dióxido de carbono cuando se analiza en la escala de tiempo de un siglo.
Cuando se analiza en una escala de tiempo de dos décadas, produce un efecto 86
veces mas potente. En otras palabras, tenemos, atrapado en el permafrost del
Artico, el doble del carbono del que se encuentra ahora mismo estropeando la
atmósfera del planeta, el cual está en su totalidad programado para ser
liberado en una fecha que continúa adelantándose, -parcialmente en forma de un
gas que multiplica su poder de calentamiento a mas de 86 veces.
*Nota del traductor: En el original dice ”1.98 trillion
tons of carbon”. Un “trillion” en inglés equivale a un “billón” en español, es
decir, a un millón de millones. La palabra inglesa “billion” equivale a mil
millones, lo cual en español se conoce con el nombre de “millardo”.
Quizás usted ya lo sabe — hay
historias alarmantes cada día, como los datos de satélite que el último mes mostraban que el calentamiento global, desde 1998, iba mas
del doble de rápido de lo que los científicos imaginaban. O las noticias desde
la Antártida del mes de mayo, cuando una grieta en un casquete de hielo creció 17.7 Kilómetros* en seis días, y siguió
creciendo; a la parte rota solo le faltan 4.8** Kilómetros para liberarse —
para el momento en que usted lea esto, ya puede haberse desprendido al mar
abierto, arrojando al mar uno de los icebergs mas grandes jamás vistos, un
proceso conocido poéticamente como “parir un becerro”***.
* Nota del traductor: 11 millas en el original, hice la conversión
para facilitar la lectura al público hispanoparlante.
** Nota del traductor: 3 millas en el original, hice la conversión
para facilitar la lectura al público hispanoparlante.
*** Nota del traductor: “Calving” en el original, una palabra
inglesa que se refiere específicamente al alumbramiento de las vacas.
Pero no importa que tan bien informado usted se encuentre, de
seguridad no está lo suficientemente alarmado. A lo largo de las últimas
décadas, nuestra cultura se ha puesto apocalíptica con las películas de zombies
y las distopías al estilo Mad Max,
quizás el resultado colectivo de una ansiedad climática desplazada. Y aún así, al
momento de contemplar los peligros reales del calentamiento global, sufrimos de
una increíble falta de imaginación. Las razones para esto son muchas: el
lenguaje tímido de las probabilidades científicas, la cual el climatólogo James
Hansen una vez llamó de “reticencia científica” en un artículo reprendiendo a
los científicos por editar sus propias observaciones tan concienzudamente que
fracasaban en comunicar que tan nefasta y urgente era en realidad la amenaza;
el hecho de que el país esté dominado por un grupo de tecnócratas quienes creen
que cualquier problema puede ser resuelto y una cultura de oposición que ni
siquiera al calentamiento como un problema digno de atención; el modo en el que
el negacionismo climático ha hecho que los científicos se pongan más cautelosos
de ofrecer advertencias especulativas; la simple velocidad del cambio y,
también, su lentitud, tal que apenas ahora estamos viendo los efectos del
calentamiento de décadas atrás; nuestra incertidumbre acerca de la
incertidumbre, la cual ha sugerido en particular la escritora de asuntos
climáticos Naomi Orestes que nos impide prepararnos como si cualquier resultado
peor que el promedio fuera siquiera posible; el modo que asumimos que el cambio
climático va a golpear más fuerte en algún otro lugar, no en todas partes; la
pequeñez (dos grados) y la grandeza (1.8 billones de toneladas) y lo abstracto
(400 partes por millón) de los números; la incomodidad de considerar un
problema que es muy difícil, si no imposible, de resolver; la escala
completamente incomprensible de ese problema, el cual equivale al prospecto de
nuestra propia anquilación; simple miedo. Pero la aversión que surge a partir
de miedo también es una forma de negación.
En medio de la reticencia científica y la ciencia ficción se
encuentra la ciencia misma. Este artículo es el resultado de docenas de
entrevistas e intercambios con climatólogos e investigadores en campos
relacionados y refleja centenares de artículos científicos sobre el tema del
cambio climático. Lo que sigue no es una serie de predicciones de lo que sucederá
— eso será determinado en gran medida por la ciencia mucho menos certera de la
respuesta humana. En lugar de eso, es un retrato de nuestra mejor coprensión de
donde a donde el planeta se dirige en ausencia de acciones agresivas. Es
improbable que todos estos escenarios de calentamiento se cumplan, en gran
medida porque el devastamiento a lo largo del camino sacudirá nuestra
autocomplacencia. Pero estos escenarios, y no el clima actual, son la línea
base. De hecho, son nuestro agenda actual.
El presente perfecto del cambio climático — la destrucción que ya
horneamos para el futuro — es lo suficientemente espeluznante. La mayoría de la
gente habla como si Miami y Bangladesh aún tuvieran una oportunidad de
sobrevivir; la mayoría de los científicos con los que hablé asumen que los
perderemos a lo largo del siglo, incluso si paramos de quemar combustibles
fósiles en la próxima década. Se acostumbraba a considerar los dos grados de
calentamiento como el umbral de la catástrofe: decenas de millones de
refugiados por el clima desatados sobre un mundo que no está preparado. Ahora, gracias
a los acuerdos del clima de Paris, los dos grados son nuestro objetivo, del
cual los expertos solo dan ligeras posibilidades de alcanzarlo. El Panel
Intergubernamental de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (IPCC por
sus siglas en inglés*) emite reportes seriados, con frecuencia denominados el “estándar
dorado” de la investigación climática; el mas reciente pronostica que
alcanzaremos cuatro grados de calentamiento para el próximo siglo, de mantenernos
en el rumbo actual. Pero esa es solo una proyección de la mediana. El extremo
superior de la curva de probabilidad llega incluso hasta ocho grados — y los
autores aún no han concebido como lidiar con aquel derretimiento del
permafrost. Los reportes del IPCC tampoco tienen en cuenta por completo el
efecto albedo (menos hielo significa menos luz solar reflejada y mas absorbida,
por consiguiente mas calentamiento); mas cobertura de nubes (la cual atrapa el
calor); o la mortalidad de los bosques y otra flora (los cuales absorben
carbono de la atmósfera). Cada uno de esos factores promete acelerar el
calentamiento, y el registro geológico nos muestra que la temperatura puede
cambiar tanto como diez grados o mas en una sola década. La última vez que el
planeta estuvo apenas cuatro grados mas cálida, señala Peter Brannen en LosFines del Mundo,
su nueva historia de los principales eventos de extinción de la tierra, los
océanos estaban centenares de pies mas elevados**.
*Nota del traductor: paréntesis añadido.
**Nota del autor en el texto original: Este artículo ha sido actualizado
para corregir una referencia a Los Fines del Mundo por Peter Brannen.
La Tierra ha experimentado cinco extinciones en masa antes de
aquella por la que estamos pasando ahora, cada una de estas un borrón y cuenta
nueva tan completos del registro evolutivo que funcionaron como un reajuste del
reloj planetario, y muchos científicos climáticos le dirán que aquellas son las
mejores analogías para el futuro ecológico hacia el que nos estamos precipitando
de cabeza. A menos que usted sea un adolescente, probablemente leyó en sus
libros de texto del colegio que esas extinciones fueron el resultado de
asteroides. De hecho, todas menos la que mató a los dinosaurios fueron causadas
por cambios climáticos producidos por gases de invernadero*. La más notoria
ocurrió hace 252 millones de años; comenzó cuando el carbono calentó el planeta
alrededor de cinco grados, se aceleró cuando ese calentamiento disparó la
liberación de metano en el Artico, y terminó con el 97 por ciento de toda la
vida en la tierra muerta. Estamos añadiendo carbono a la atmosfera a una tasa considerablemente
mas rápida; para la mayoría de las estimaciones, al menos diez veces mas
rápida. La tasa se está acelerando. Esto es lo que Stephen Hawking tenía en mente cuando dijo,
en la primavera de este año, que la especie necesita colonizar otros planetas
en el próximo siglo para sobrevivir, y lo que condujo a Elon Musk, el mes
pasado, a revelar sus planes de construir unhabitat en marte en 40 a 100 años. Estos no son
especialistas del tema, por supuesto, y probablemente tan inclinados al pánico
irracional como usted o como yo. Pero los muchos científicos serios que
entrevisté a lo largo de los últimos varios meses — los más certificados y titulados en la
materia, pocos de ellos inclinados al alarmismo y muchos de ellos consejeros
del IPCC que sin embargo critican la moderación de la entidad — también han
alcanzado discretamente una conclusión apocalíptica, de manera discreta: No hay
un programa plausible de reducción de emisiones que por si solo pueda prevenir
el desastre climático.
*Nota del traductor: De hecho, no todas. Algunas, pueden haber
sido causadas por el efecto contrario, disminución de las temperaturas y
glaciaciones. Tal es el caso de la extinción Ordovícico-Silúrico, entre 440 y
450 millones de años atrás.
A lo largo de las últimas décadas, el término “Antropoceno” haescalado fuera del discurso académico y en la imaginación popular — un nombre dado a la era geológica en la que vivimos ahora, y una forma de
señalar que es una nueva era, definida en el plano general de la historia
profunda por la intervención humana. Un problema con el término es que implica
una conquista de la naturaleza (e incluso hace eco del “señorío” bíblico*). Y
sin embargo, tan optimista como usted pueda estar acerca de la propuesta de que
ya hemos devastado el mundo natural, lo cual de seguro hemos hecho, es otra
cosa completamente diferente considerar que solo lo hemos provocado,
construyendo primero sobre la base de la ignorancia y luego sobre la negación
de un sistema climático que nos dará guerra con nosotros por muchos siglos,
quizás hasta destruirnos. Esto es lo que Wallace Smith Broecker, el oceanógrafo
paternalista que acuñó el término “calentamiento global” quiere decir cuando
llama al planeta “una bestia furiosa”. Una “maquina de guerra”, si así lo
prefiere. Y cada día le damos mas armas.
*Nota del traductor: El autor se refiere al pasaje del libro del Génesis (1:28).
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